domingo, 17 de octubre de 2010

PROGRAMA Nº 31 16/10/10

APERTURA
ENTERRADOS VIVOS
por Julio Guerrieri

Treinta y tres personas atrapadas en el sector de una mina a 622 metros de profundidad. Más de seis cuadras de roca sólida los separaban de la superficie.

Más allá de la desesperación de las familias por sus seres queridos, de las autoridades nacionales de Chile que convirtieron este increíble rescate en una cuestión nacional de estado y de la prensa internacional que siguió el tema desde el primer momento, lo vivido por este grupo de hombres nada ni nadie lo podrá comparar con otro suceso similar, en principio, porque es la primera vez que se efectúa un rescate exitoso con estas características a esa profundidad, y después porque la experiencia traumática de la sepultura en vida por más de dos meses de este grupo de gente, habrá cincelado en sus mentes imágenes y sentimientos imborrables por el resto de sus vidas.

Son momentos en los que uno piensa cómo será la muerte, si habrá en realidad otra vida, si habrá intenso dolor al morir ó será como un leve letargo que va en aumento para caer en un profundo sueño del que no se vuelve a despertar jamás. Se piensa en la razón de la vida en un escalón de igualdad entre todos; creyentes, agnósticos, ateos y supersticiosos.

Es importante saber que todo este drama viene acarreado simplemente por una sola razón: la ambición humana. El poder de decisión para llevar a cabo esta ambición es de unos pocos, pero la mano de obra ejecutante corresponde a muchos que están necesitados económicamente.

Lo interesante de todo esto y para tener en cuenta de cara al futuro, no es el posible rédito político que las autoridades acapararan con esta tragedia con final feliz, ni el expectante horizonte económico positivo que se cierne sobre los protagonistas, sino que si todo esto hubiera ocurrido tan solo unas décadas antes, el resultado hubiera sido muy distinto al conseguido.

Es hora de reivindicar a la Tecnología, sin la cual no se hubiera llegado al rescate con un resultado exitoso. La tecnología es la hija de la Ciencia, y como tal, puede ser usada para construir una bomba atómica, ó para horadar la roca en busca de 33 hombres desesperados por su libertad. Pero no olvidemos que esa misma tecnología fue la que permitió que estuvieran allí abajo.

Bienvenidos al 31º programa de EL TERCER PLANETA y gracias por estar.



LA PELICULA
"VIAJE FANTÁSTICO" un film de Richard Fleischer con Raquel Welch, Stephen Boyd, Donald Pleasence y elenco. USA, 1966

En plena Guerra Fría, un científico descubridor de un método para miniaturizar cuerpos a tamaño microscópico sufre un atentado que lo deja en estado de coma. Para salvarlo, se utiliza su invención para enviar a través de su torrente sanguíneo una misión de rescate sanitario: disolver un coágulo en su cerebro. Los protagonistas deben enfrentarse a todos los peligros que el sistema inmunológico del paciente les pondrá por delante para tratar de destruirlos.
Una historia original para la época, pero que tiene gran actualidad en el campo de la nanotecnología. Con el guión de la película se le pidió a Isaac Asimov que escribiera una novela; luego de varios altercados jurídicos, la obra tuvo un rotundo éxito. Y Raquel Welch atrapó la atención absoluta del público masculino de la época. Didáctica, para ver con los hijos.


RELATOS CON VALOR AGREGADO:
"Una trilogia Interesante"
Texto original de: Fernando del Alamo
Adaptacion: Sergio O Rubinetti

Una de los episodios más controvertidos de la Historia de la Ciencia es el de Galileo. Si les digo que la Iglesia le obligó a abjurar de sus postulados, no creo que los sorprenda, incluso aun hoy no han reconocido total y abiertamente su error, pero, lo que no se entiende es por qué razón no dicen nada de Harlow Shapley y mucho menos de Edwin Powell Hubble. Si lo que dijo Galileo era tan terrible, lo que dijeron estos últimos era para la hoguera directa, sin escalas y posibilidad de arrepentimientos
Harlow Shapley trabajaba en la década de 1920 con el telescopio de 1,5 metros de diámetro de Monte Wilson y se propuso averiguar los secretos de los cúmulos globulares. Estos objetos astronómicos poseen una simetría esférica y contienen unos cuantos centenares de miles de estrellas. Sirviéndose de las Cefeidas encontradas en esos cúmulos se propuso averiguar la distancia a la que se encontraban y así saber su distribución por el espacio.
Efectivamente, se disponían en un volumen esférico, pero cuyo centro no se correspondía, en absoluto, con la posición del Sol; lo que significaba que el Sol tampoco estaba en el centro del Universo.
Si Galileo nos había echado definitivamente del centro del Universo poniendo al Sol en su lugar y casi lo incineran ¿que tendrían reservado para Shapley?.
Galileo nos había desplazado 8 minutos luz del centro, Shapley, según sus mediciones, nos había situado a unos 50.000 años luz del mismo.
Evidentemente eran épocas diferentes, no por que hallan abandonado las ideas inquisitorias, simplemente la posición políticas había cambiado en casi 400 años
Shapley concluyó que la Vía Láctea tenía unos 300.000 años luz de diámetro y el Sol estaba en un puesto absolutamente ordinario. Hoy sabemos que sus datos eran exagerados, pues no contaba con la absorción de la luz por el polvo interestelar.
Nuestra imagen actual de la Vía Láctea es de dos huevos fritos pegados por la espalda. Tiene unos 90.000 años luz de diámetro con el Sol situado a 30.000 años luz del centro. El espesor del disco es 3.000 años luz. El Sistema Solar avanza respecto de la Vía Láctea a una velocidad de 230 kilómetros por segundo, lo que hace que dé una vuelta a su centro cada 250 millones de años. Ese periodo de tiempo suele ser conocido como año cósmico. Desde su nacimiento, el Sol ha dado 18 vueltas, así que el Sol tiene solo 18 años. Viajamos no lejos del plano de la Galaxia, en el brazo de Orión, en una región relativamente “clara”.
El diámetro del bulbo central, o sea, las yemas de los huevos fritos, tienen un diámetro de unos 20.000 años luz. Fuera del plano galáctico hay unos condensados de estrellas extraviadas llamados cúmulos globulares (los que había estudiado Shapley), aunque también hay otras muchas estrellas descarriadas formando lo que llamamos “halo galáctico”.
El centro no podemos verlo directamente con nuestros ojos porque hay demasiado material por el camino que lo oculta. Esa es la mala noticia. La buena es que ese material es transparente a los rayos X, así que con aparatos apropiados sí podemos hacerlo. Dicho centro se encuentra en la constelación de Sagitario. En esa región hay nubes, polvo arremolinado, más cúmulos de estrellas y un agujero negro con una masa de unos 2,6 millones de veces la del Sol. Esto lo conocemos gracias a una estrella llamada S21 que está allí cerca cuya masa es 15 veces la del Sol. Dicha estrella ha sido observada de forma continuada y se ha descubierto que orbita alrededor de un cuerpo central cada 15,2 años. Su velocidad orbital es de 5.000 km/s y está a 17 horas luz del centro bordeando el horizonte de sucesos del agujero negro. Sabemos que la velocidad orbital de un planeta disminuye a medida que se aleja del Sol porque la gravedad se hace más débil con la distancia. Lógicamente, los mismos principios y las mismas fórmulas deberían aplicarse a nivel galáctico, pues las galaxias también están en rotación: las estrellas interiores deberían moverse mucho más rápidamente que las exteriores que están más lejos. Pero no sucede así. Resulta que las estrellas más alejadas se mueven más deprisa de lo esperado y por ello los brazos espirales no se enrollan tan rápidamente alrededor del centro como esperaríamos. Una de las explicaciones que se ha dado hoy día a este fenómeno es que hay una materia oscura distribuida a lo largo del halo galáctico, totalmente invisible, pero que manifiesta su presencia por su atracción gravitatoria.
Shapley, al igual que otros muchos, pensaba que el Universo se reducía a la Vía Láctea. El problema es que había unas manchas nebulosas en forma de espiral que no se sabía si estaban dentro de la Vía Láctea o no. Es el caso de Andrómeda. Un astrónomo llamado Edwin Powell Hubble, utilizando el recién construido telescopio del Monte Wilson, pudo descomponer a Andrómeda en multitud de estrellas, algunas de las cuales eran Cefeidas.
Así que había que calcular su periodo y si éste era igual, pero su luminosidad menor, significaba que estaba más lejos. Calculó que Andrómeda tenía que estar a unos 900.000 años-luz, lo que quería decir que estaba mucho más allá del Sistema Solar y de la Vía Láctea (hoy sabemos que está a unos 2,3 millones de años luz). Y si había otras galaxias, ¿dónde, quedaba ahora el centro del Universo? Hubble no nos apartó del centro una cierta distancia, sino que nos sacó de forma definitiva.
Comparemos ahora la distribución de las estrellas versus la de las galaxias. Resulta que las galaxias se encuentran mucho más próximas entre sí que las estrellas en función de sus medidas.
Si redujésemos el Sol al tamaño de una aspirina, la estrella más próxima estaría a unos 140 km. O sea, la distancia de una estrella a otra es decenas de millones de veces el diámetro de una individual. Nuestra Vía Láctea se compone de centenares de billones de estrellas separadas por esas enormes distancias.
Pero si fuera la Vía Láctea la que redujéramos al tamaño de una aspirina, la galaxia más cercana, Andrómeda, estaría a sólo 13 cm de distancia. Esto es un tanto equívoco, porque tanto la Vía Láctea como Andrómeda forman parte de un grupo de galaxias conocido por el nombre de Grupo Local. En esta escala, o sea, que una galaxia es una aspirina, la distancia al grupo de galaxias más cercana sería de 60 cm. Y a sólo 3 metros daríamos con un enjambre de más de 2.500 galaxias en un volumen de una pelota de baloncesto: el grupo de Galaxias Virgo. Con esta escala, el Universo entero estaría confinado en una esfera de 1 km.
Ahora bien, si fuera al revés, o sea, si las galaxias estuvieran tan lejos en términos relativos como las estrellas están entre sí en función de sus medidas, Andrómeda estaría tan lejos que no habríamos visto ni un 1% de la distancia hasta ella y, por tanto, ni siquiera sabríamos que existe.
Es interesante esta trilogía de la astronomía. Galileo, quito a la Tierra del centro del Universo y puso al Sol; Shapley, lo corrio a este para ubicar en su lugar a la Vía Láctea; y finalmente Hubble, nos bajo del escenario ubicándonos como un unico (aun no podemos decir mas) espectador, pero lo que no deja de sorprender es que, todavia hoy, hay quienes siguen pensando que somos el centro del Universo.

OBSERVAR EL CIELO A TRAVES DE LA RADIO:

Contelacion de Sagitario, para ubicar el centro galactico y la particular formación de la Corona Austral; debajo imagen de una región de esta constelación obtenida por el observatorio de la ESO en La Silla, Chile.



EL LIBRO
"EL MENSAJERO DE LOS ASTROS" de Galileo Galilei, Venecia, 1610. Edición de Editorial Eudeba, 1964, 92 Págs.

La gran obra del padre de la observación instrumental y fundador del método científico experimental, Galileo Galilei. Sus páginas nos muestran todo un detalle de las observaciones que el Astrónomo italiano efectuó por primera vez de la Luna y del planeta Júpiter, donde menciona a "estrellas" que se mueven junto al planeta. La crónica de las observaciones recuerdan a cualquier aficionado actual apuntando sus notas, pero en la Edad Media ver estos "blasfemos cuerpos" casi le cuesta la hoguera a su autor. Una obra clásica de un valor histórico incalculable.

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