martes, 27 de julio de 2010

Programa Nº 20 24/07/10

APERTURA

Muchos de nosotros sentimos la necesidad de contar cosas. De mostrar los que nos gusta y enseñárselo a los demás. Es como una necesidad que viene de lejos, de antes, de lo profundo de la memoria y no sabemos por qué está allí. Sólo sabemos que está. Es una adicción que no se va con los años, que se siente desde la niñez, pero que se va acrecentando con el paso de los años y con el avance de la vida.

Las ganas de enseñar no sólo aparecen en las vocaciones de los docentes, ésta es una vocación más amplia; son las ganas de contarle a todo el mundo y sin distinción de edades lo que hemos aprendido con sumo placer.

Pero un sentimiento como éste lleva un desarrollo y una evolución desde los primeros años, cuando uno toma contacto con los caminos y las vías adecuadas para el surgir del conocimiento. Además y seguramente, deben darse ciertas condiciones sociales adecuadas para favorecer todo este entorno esperanzador.

Generalmente uno absorbe como una esponja mucha lectura, hora tras hora, libro tras libro. Conoce a otras personas que sienten lo mismo y descubre que no es el único “bicho raro”.

Algunos recuerdan el momento de aquel primer contacto con la Ciencia; es como el primer amor: difícil de olvidar.

Ingresar al mundo científico es como pelar las capas de una cebolla: cuando uno piensa que ya lo descubrió todo, una nueva capa aparece por debajo reanudando la tarea. Y en realidad en eso consiste todo: investigar siempre.

Algunos, abrazan para siempre la tarea haciéndose científicos. Otros, se contentan con seguir aprendiendo para la gran satisfacción final: la Divulgación.

Carl Sagan escribió que cuando uno está enamorado siente deseos de contárselo a todo el mundo: “pues bien,(decía), yo estoy enamorado de la Ciencia”.



Bienvenidos al 20º Programa de “EL TERCER PLANETA . . .”

RELATOS CON VALOR AGREGADO
Rutherford

Autor: Fernando Del Alamo
Adaptacion: Sergio O. Rubinetti

En la vida, hay personas que han llegado a la cima de una pirámide, pero nunca lo han conseguido solas: ha sido también gracias a otras sin las cuales, las primeras no hubieran llegado a dicha cima. Rutherford fue uno de esos encumbrados, pero la característica que le distinguió del resto es que, a su vez, creó muchas pirámides para que otros la transitaran.
Nacido en Nueva Zelanda, en 1871, fue hijo de un granjero y mecánico y de una madre maestra que siempre quisieron que sus hijos estuvieran formados. De estudiante alcanzó las máximas calificaciones. Fue un destacado miembro de la Sociedad Dialéctica, que era un club estudiantil de debates, y del equipo de rugby. Gracias a sus buenas notas consiguió una beca (la única que daban cada año en su universidad) para hacer un máster que duraba un año en el que tenía que hacer un trabajo de investigación.
Más tarde entró a trabajar con el profesor J.J. Thomson, quien le puso a trabajar en la detección de corrientes eléctricas de alta frecuencia utilizando un aparatito que había inventado durante el máster. Consiguió detectar ondas electromagnéticas emitidas a una distancia de 400 metros. Thomson le convenció de que se dedicara a cosas más profundas en la física. Guglielmo Marconi debería estar muy agradecido a este último; pues de no ser así se le hubiera adelantado con seguridad.
Con 27 años encontró trabajo estable en un laboratorio magníficamente equipado. Descubrió que la radiactividad no era otra cosa que la descomposición de ciertos núcleos pesados. Pronto encontró la ley que regía dicho comportamiento. Propuso que era un cambio interno en los átomos radiactivos y ese cambio liberaba energía. Tenemos que pensar que era una idea revolucionaria: los químicos tenían asumida la indestructibilidad de la materia y esta idea la dejaba sin validez. Hasta Pierre Curie tardó dos años en aceptarla.
Pero el descubrimiento crucial fue que la desintegración de sustancias radiactivas seguía un ritmo muy preciso y constante y no parecía depender de condiciones externas de temperatura, presión, etc. Tanto era así, que podían utilizarse como relojes. Dijo que este fenómeno se podía utilizar para datar muestras geológicas y así descubrir la edad de la Tierra o, al menos, establecer un límite inferior. También dijo que si el interior de la Tierra todavía tiene la temperatura actual, es debido a las reacciones de desintegración que se dan en su seno.
Un día estaba estudiando cómo la radiación ionizaba los gases, esto es, arrancaba los electrones de los átomos quedando estos últimos cargados. Se le ocurrió echar una bocanada de humo de su cigarrillo en un tubo de medida y vio que se alteraba el resultado de la medición. Acababa de inventar el detector de humos que todavía hoy utilizamos.
Para Rutherford la teoría sólo era parte de una “opinión”. Este apego a los hechos experimentales, era el indicio de un gran rigor y de una gran honestidad. Cuando Enrico Fermi consiguió desintegrar diversos elementos con la ayuda de neutrones, le escribió para felicitarle de haber conseguido “escapar de la física teórica”.
En numerosas ocasiones dijo que creía en la simplicidad porque él era un hombre simple. Acuñó la frase que hoy conocen muchos teóricos y es: “Si le explicas a un camarero lo que estás haciendo y no lo entiende, lo pobre no es el camarero, sino lo que estás haciendo”
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial le pusieron a trabajar en métodos para detectar submarinos, por lo que es el precursor del sonar. Un día, por excepción, no asistió a una sesión de expertos ingleses que había de tratar de dichos métodos. Al ser reprendido respondió:
¡Calma, por favor! Ahora mismo estoy haciendo curiosos experimentos que parecen apuntar la posibilidad de destruir el átomo por voluntad humana. Si ello fuera cierto, ¿no creéis que el descubrimiento sería mucho más importante que toda vuestra guerra?
Y, realmente, tenía razón: era más importante. Un día, tras haber observado unas 400 trazas de partículas alfa en nitrógeno puro se dio cuenta que 8 de ellas se bifurcaban. Los caminos se correspondían a uno provocado por un único protón y otro a un núcleo completo: la partícula alfa había chocado con un átomo de nitrógeno transformándolo en uno de oxígeno y expulsando un protón solitario. Fue la primera reacción nuclear artificial de la historia.
Curiosamente, le concedieron el Premio Nobel de Química en 1908, y no de Física, “por sus investigaciones en la desintegración de los elementos y la química de las sustancias radiactivas”.
Antes de la guerra, el Radium Insititut de Viena le había prestado 250 miligramos de radio para que pudiera hacer sus experimentos, pues en 1914 dicho Instituto se lo podía permitir. El gobierno inglés se lo confiscó aunque le otorgaba “licencia” para poder utilizarlo. Rutherford jamás reconoció dicha confiscación y exigió la autorización para devolver el material una vez concluidas las hostilidades
Por supuesto, el gobierno no le devolvió el radio. Rutherford consiguió reunir el dinero y les pagó en concepto del radio prestado. Gracias a ese dinero, dicho instituto pudo sobreponerse a los años difíciles de la desvalorización monetaria.
Precisamente, por ser de ese tipo de personas, Rutherford enseñó en Manchester y no en Oxford o Cambridge. No por su acento neozelandés o por su origen rural o por su acento poco cuidado, sino porque jamás mostró la deferencia que se esperaba de él hacia sus superiores.
Lo único que reprocharía a Rutherford es el comportamiento que tuvo como profesor con alguna mujer cuando empezaban a hacerse un espacio en la Universidad. Una de sus alumnas fue Cecilia Payne (física, química y astronoma U.S.A) y, a veces, provocaba situaciones para que todos los alumnos varones se rieran de ella. Pero antes de hacer un juicio de valor prematuro es correcto decir que una de las cosas para las que utilizó su fama fue para luchar por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en la Universidad algo no menor para la época.
A pesar que exigía trabajo duro a sus hombres, fue el más firme defensor de aquellos que trabajaban. Cuando los nazis llegaron al poder y se empezó a ver que los científicos no arios iban a tener problemas, los británicos fundaron la Sociedad para la Protección de la Ciencia y el Conocimiento. Rutherford fue el primer presidente de esa Sociedad. Su misión principal era aceptar desde Gran Bretaña a todos los científicos que Alemania iba a expulsar. Beveridge (fue un economista y político británico. Es uno de los responsables de la creación de los planes sociales avanzados en beneficio de los trabajadores), otro que jugó un papel fundamental en la creación de dicha sociedad dijo: Fue la actitud de Rutherford, más que ninguna otra cosa, lo que hizo posible constituir el Consejo con la esperanza de lograr un apoyo general entre los científicos. Le encontré en un estado de explosiva indignación ante el tratamiento que estaban siendo expuestos colegas suyos cuyo trabajo conocía íntimamente y que respetaba en grado sumo.
Fue nombrado Lord y las dos únicas veces que cumplió funciones como tal fue hablando en la cámara de sus homólogos para apoyar la investigación científica e industrial y, como ya hemos mencionado, hacer campaña a favor de que se garantizara la igualdad de derechos de las mujeres en la universidad. Clamó en público por eliminar la censura gubernamental en la BBC, solicitó que se concedieran más becas de investigación para los jóvenes de las colonias. Como antifascista convencido apoyó a la República Española y a todos los científicos que quisieron huir de Hitler, salvo a Fritz Haber, que había sintetizado los gases letales utilizados durante la Primera Guerra Mundial. Trató de organizar una campaña mundial para prohibir el uso de los aviones en las guerras futuras y manifestó su temor que la energía nuclear pudiera ser utilizada con fines bélicos.
Alentó a los jóvenes científicos neozelandeses a que ayudaran a los granjeros y aconsejó a los políticos para que crearan un departamento de investigación científica e industrial.
¿Puede una persona no tener modestia y ser humilde a la vez? Pues sí, y Rutherford fue un buen ejemplo de ello. Todos sus discípulos resaltaron la doble faceta de este hombre, los que pasaron por sus manos llegaron muy lejos muchas veces por sugerencias suyas. Se negó a firmar el artículo de Geiger y Marsden donde anunciaban el descubrimiento del núcleo atómico y también se negó a firmar el artículo de Chadwick donde anunciaba el descubrimiento del neutrón, que nuestro hombre había predicho doce años atrás. Cuando Cockroft y Wilson le pidieron que firmara el artículo donde describían la ruptura de núcleos utilizando aceleradores (Rutherford ya había hecho la primera reacción nuclear artificial) rehusó amablemente.
El 19 de octubre de 1937, recuperandose de una operación menor por un accidente casero, fallecio. Sus últimas palabras las dijo a su mujer pidiéndole que se encargara de enviar fondos al Nelson College de Nueva Zelanda, donde había recibido la formación que le permitió salir de la pobreza rústica e incorporarse a la vida científica en Inglaterra. En el momento de su muerte había una reunión de físicos en Bologna en la que celebraban el 200 aniversario del nacimiento de Luigi Galváni (médico, fisiólogo y físico italiano, sus estudios le permitieron descifrar la naturaleza eléctrica del impulso nervioso). Desde Cambridge enviaron la noticia y Niels Bohr aceptó comunicarla. Con voz vacilante y los ojos llenos de lágrimas, explicó a los científicos allí reunidos lo que había sucedido. Más tarde Bohr, afirmó: “La vida es más pobre sin él; pero cada pensamiento que tengamos sobre él será un estímulo duradero ”.
“He tenido el privilegio de llamarlo maestro y amigo”.

OBSERVAR EL CIELO A TRAVES DE LA RADIO:
Altair Alfa del Aguila




Ascensión recta α 19h50m47s002
declinación δ +08º52'06"03
Mvto. propio en α 0s0363
Mvto. propio en δ +0"3863
Paralaje 0"198
Distancia 5,05 pársecs
Magnitud visual +0,77
Magnitud absoluta 2,25
Índice de color 0,22
Velocidad radial -26,3 km/s
Tipo espectral A7V



EL LIBRO

“LA CONEXIÓN CÓSMICA” de Carl Sagan


Una perspectiva extraterrestre para la humanidad con la visión de uno de los más grandes divulgadores científicos del siglo XX. Sagan nos conduce a tiempos donde la comunicación con otros habitantes de la galaxia será moneda corriente y nos muestra qué proyectos de hiperingeniería podríamos alcanzar para aprovechar toda la energía de nuestro Sol. Para el autor somos habitantes de las estrellas y como tales, tenemos el derecho de pertenecer y la obligación de hacerlo bien y con respeto hacia otras formas de vida.
Para aprender a pensar.

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