domingo, 1 de agosto de 2010

Programa Nº 21 31/07/10

APERTURA

“Siempre seremos exploradores”
Por Julio Guerrieri

Parece ser que África fue la cuna de la Humanidad. En densos bosques nuestros antepasados se balanceaban entre las ramas de los árboles. Hasta que un día, quizá por necesidad, quizá por curiosidad, uno de ellos bajó del árbol. Los demás chillaron de inmediato dando la voz de alarma: estaba prohibido bajar. El leopardo los podía atrapar. Pero para la nueva mente de estos seres lo prohibido tenía un sabor agradable.
Se exploró el entorno y luego más lejos y más tarde detrás de las montañas del horizonte. Nuestros antepasados llevaban el gen de la exploración.
Más recientemente, a lo largo de la historia vemos ejemplos de este sentimiento profundo que nos lleva a “no quedarnos quietos” en nuestros hogares; Marco Polo en sus viajes a China, Cristóbal Colón en el Nuevo Mundo, La Pérouse en Alaska. Viajes que se saben cómo comienzan, pero no se tiene idea de cómo terminarán.
Este sentimiento se expresa en nuestras vidas cotidianas: luego de un año laboral estamos planeando si el mar, la llanura ó las montañas serán el destino final de algunos días felices de vacaciones. Nos gusta movernos. Nos gusta viajar. Nos gusta explorar nuevos lugares. Y somos felices haciéndolo.
Y todo continúa. Ya conocemos toda la superficie de nuestro planeta. Nos falta el fondo de los océanos de los cuales conocemos solamente un 5 %. Y ni hablar del espacio. En nuestro Sistema Solar sólo hemos hecho pie en la Luna, pero enviamos muchas naves robots en los últimos cuarenta años que nos han dado un panorama general de nuestros vecinos planetarios. Estamos planificando el viaje a Marte. Allí se trasladará parte de la Humanidad para seguir explorando otros planetas.
Pero nuestro destino final son las estrellas. Ése es nuestro llamado ancestral. Porque somos parte del Cosmos y queremos regresar a él de alguna manera con nuestra presencia. Queremos conocer los objetos celestes que nos dieron origen.
Si la Humanidad en el tercer planeta no se autodestruye, tiene un destino de grandeza ilimitado en el espacio. Todo depende de nosotros . . . y de quienes elegimos para la toma de decisiones.

Bienvenidos al 21º Programa de “EL TERCER PLANETA” y gracias por estar.

RELATOS CON VALOR AGREGADO:
"El hombre que aprendio a leer"

Autor: Fernando del Alamo
Adaptacion: Sergio O Rubinetti


Se llamaba Frederick Bailey y fue uno de tantos esclavos de color allá por el año 1820. A los esclavos les metían en la cabeza, tanto desde las plantaciones como desde los púlpitos y como desde las cámaras legislativas, la idea que eran inferiores hereditariamente.
Había una norma muy reveladora: los esclavos debían seguir siendo analfabetos. En el sur de antes de la Guerra Civil americana, los blancos que enseñaban a leer a un esclavo recibían un castigo severo.

Bailey escribió más tarde:

"Para tener contento a un esclavo es necesario que no piense. Es necesario oscurecer su visión moral y mental, y siempre que sea posible, aniquilar el poder de la razón. Ésta es la razón por la que los negreros deben controlar lo que oyen, ven y piensan los esclavos. Ésta es la razón por la que la lectura y el pensamiento crítico son peligrosos, ciertamente subversivos, en una sociedad injusta".
Frederick Bailey era un niño afroamericano de diez años, esclavizado, sin derechos legales de ningún tipo. Fue a trabajar para el capitán Hugh Auld y su esposa Sophia. Un día pasó de la plantación al frenesí urbano, del trabajo de campo al trabajo doméstico. En este nuevo entorno, todos los días veía cartas, libros y gente que sabía leer. Descubrió lo que él llamaba "el misterio" de leer: había una relación entre las letras de la página y el movimiento de los labios del que leía, una correlación casi de uno a uno entre los garabatos negros y los sonidos expresados.
Memorizó las letras del alfabeto. Intentó entender qué significaban los sonidos. Finalmente, pidió a Sophia Auld que le ayudase a aprender. Impresionada por la inteligencia y dedicación del chico, y quizá ignorante de las prohibiciones, accedió a ello. Cuando Frederick ya empezaba a deletrear palabras de tres o cuatro letras, el capitán Auld descubrió lo que sucedía. Furioso, ordenó a Sophia que dejara aquello inmediatamente. En presencia de Frederick, le explicó:
"Un negro no debe saber otra cosa que obedecer a su amo ... hacer lo que se le dice. Aprender echaría a perder al mejor negro del mundo. Si enseñas a un negro a leer será imposible mantenerlo. Le incapacitará para ser esclavo a perpetuidad".
Y lo dijo como si Frederick Bailey no estuviera en la habitación con ellos, o como si fuera un bloque de piedra. Sin embargo, le había revelado el gran secreto: "Ahí entendí el poder del hombre blanco para esclavizar al negro. A partir de este momento entendí el camino de la esclavitud a la libertad".
Desprovisto de la ayuda de Sophia Auld, ahora reticente e intimidada, Frederick encontró la manera de seguir aprendiendo a leer, preguntando incluso por la calle a los niños blancos que iban a la escuela. Entonces empezó a enseñar a sus compañeros esclavos: "Habían tenido siempre el pensamiento en ayunas. Los habían encerrado en la oscuridad mental. Yo les enseñaba porque era una delicia para mi alma".
Saber leer jugó un papel clave en su fuga. Bailey escapó a Nueva Inglaterra, donde la esclavitud era ilegal y los hombres de color eran libres. Cambió su nombre por el de Frederick Douglas (personaje de "La dama del lago" de Walter Scott) y eludió a los cazadores de recompensas que perseguían a esclavos fugitivos.
Un día le invitaron a hablar en una asamblea. En aquel tiempo, en el Norte, no era raro escuchar a los grandes oradores del día, es decir, blancos denostando contra la esclavitud. Pero incluso muchos de los que se oponían a la esclavitud consideraban a los esclavos algo inferiores a los humanos.
La noche del 16 de agosto de 1841, en la pequeña isla de Nantucket, los miembros de la Sociedad Antiesclavista de Massachusetts, mayormente cuáquera, se inclinaron hacia delante en sus asientos para escuchar algo nuevo: una voz que se oponía a la esclavitud de alguien que la conocía por amarga experiencia personal.

Fue uno de los debuts más brillantes en la historia de la oratoria americana. William Lloyd Garrison, el principal abolicionista del día, estaba sentado en primera fila. Cuando Douglas terminó su discurso, Garrison se levantó, se volvió hacia la asombrada audiencia y los desafió con una pregunta a gritos:
- ¿Acabamos de escuchar a una cosa, un bien mueble, o a un hombre?
- ¡Un hombre! ¡Un hombre! - respondió la audiencia con una sola voz.
- ¿Se puede mantener a un hombre así como esclavo en una tierra cristiana? - preguntó Garrison.
- ¡No! ¡No! - gritó la audiencia.
Y aún más alto, Garrison inquirió:
- ¿Se podría obligar a un hombre así a volver a la esclavitud desde la tierra libre del viejo Massachusetts?
Y el público, ahora puesto en pie, exclamó:
- ¡No! ¡No!
Muchas de sus opiniones eran mordaces, poco aptas para hacerle ganar amigos en los altos cargos:
"Afirmo sin el menor género de dudas que la religión del Sur es una mera cobertura para los crímenes más horribles... una justificación de la barbarie más espantosa, una santificación de los fraudes más odiosos y un oscuro refugio bajo el que los actos más oscuros, más asquerosos, más burdos e infernales de los negreros encuentran la mayor protección. Si me volvieran a reducir a las cadenas de la esclavitud, después de aquella esclavitud, consideraría la mayor calamidad que podía acontecerme ser esclavo de un amo religioso... Yo ... detesto el cristianismo que maltrata a las mujeres, les roba a los hijos en la cuna, corrupto, esclavista, parcial e hipócrita de esta tierra".
Vale la pena apuntar, sin embargo, que gran parte del movimiento abolicionista surgió de comunidades cristianas, especialmente cuáqueras, del Norte; que las Iglesias cristianas negras del Sur representaron un papel clave en la lucha por los derechos civiles americanos de la década de los sesenta; y que muchos de sus líderes (el más notable, Martin Luther King) eran ministros ordenados de estas Iglesias.
En 1848, en la Convención de Seneca Falls, cuando Elizabeth Cady Stanton tuvo la osadía de pedir un esfuerzo para asegurar el voto de la mujeres, Douglas fue el único hombre de cualquier grupo étnico que se levantó para apoyar la propuesta.
La noche del 20 de febrero de 1895, más de treinta años después de su fuga, tras una aparición en una conferencia por los derechos de la mujer junto a Susan B. Anthony, sufrió un colapso y murió.
Esta historia debe hacernos reflexionar. ¿Por qué hoy todavía queda gente en el mundo que no sabe leer?. Este hombre demostró que la alfabetización es el camino que lleva de la esclavitud a la libertad. Hay muchos tipos de esclavitud y muchos tipos de libertad y no saber leer es un tipo más de esclavitud.
Uno no puede dejar de pensar que si un solo hombre pudo hacer todo eso gracias a no desperdiciar la oportunidad de aprender a leer, imaginense qué puede hacer una sociedad con personas formadas.
Frederick Bailey o Douglas, Nunca volvió a la esclavitud. Fue el primer afroamericano que ocupó una alta posición de asesoría en el gobierno y dedicó el resto de su vida a luchar por los derechos humanos. Durante la Guerra Civil Americana fue consultor del presidente Abhram Lincoln.
Así que, amigos míos, tener curiosidad por las cosas, aprender, leer y tener pensamiento crítico y criterio propio; pues cuando lo hagán, estaran luchando por vuestra propia libertad.

OBSERVAR EL CIELO A TRAVES DE LA RADIO:
"Planetas en Zona:"

El 01/08/10 a las 19:30 Hs en la region de cielo comprendida entre el oeste y el noroeste, encontraremos una familia reunida.
Mercurio, Venus, Saturno y Marte, formando estos tres ultimos un triangulo rectangulo.





EL LIBRO


"Comunicación con Inteligencias Extraterrestres" de Carl Sagan, Ed. Sudamericana Planeta, 1973

En 1972 se realizó en Byurakan, en la antigua Armenia Soviética, un congreso internacional poco común: se reunieron por primera vez en la historia los mejores y más célebres científicos del mundo en todas las ramas de la Ciencia con la idea de establecer para el futuro de la Humanidad las pautas de una comunicación con seres extraterrestres. La tarea fue ardua y sin antecedentes históricos. Los díalogos y monólogos entre eminentes científicos y premios Nobel no tienen desperdicio. Este libro son las actas de ese magno congreso recopiladas por Carl Sagan, presidente de la delegación de los EE.UU.
Obra única en su género.

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