domingo, 24 de octubre de 2010

PROGRAMA Nº32 23/10/10

APERTURA

VIAJERO DEL TIEMPO

Por Julio Guerrieri

¿Quién de nosotros no soñó alguna vez con viajar a la época de los dinosaurios para presenciar la existencia de esas criaturas formidables? ¿Ó estar en el próximo mundial de fútbol para conocer al equipo ganador? El viaje en el tiempo ha estado omnipresente en la mente humana desde siempre. Muchos escritores han volcado en sus páginas las aventuras de héroes y villanos que viajando a través del tiempo, han logrado proezas y tragedias.

Pero a la luz de la Ciencia, ¿es posible viajar a través del tiempo?

Antes del siglo XX esa área era ocupada por la Filosofía, donde algunos de sus exponentes razonaban suponiendo que el tiempo era absoluto é independiente del resto de las cosas. Cada escuela filosófica se ocupara del tema como mejor le parecía con interminables argumentos. En 1905 un físico alemán llamado Albert Einstein compiló varias ideas de algunos antecesores y las estableció en medio de un nuevo marco de razonamiento no solo científico, sino humano.

El tiempo fluye como las aguas un río; en la naciente puede haber rápidos, en la llanura se vuelve lento y en la desembocadura corre plácidamente. Las aguas cambian de velocidad, pero el río es el mismo. Einstein nos enseñó que el medio por el cual el tiempo se manifiesta es el espacio, (un reloj ocupa UN lugar), y a la vez el espacio crece en función del tiempo, (la comprobada expansión del Universo), entonces no existen tiempos absolutos ni espacios absolutos, sino un entrelazamiento inseparable entre ambos llamado espaciotiempo.

A fines del siglo pasado, en los años 90, el profesor Ronald Mallet de la Universidad de Connenicut en USA, comenzó a diseñar una Máquina del Tiempo. Su modelo se basa en intensos rayos láser para torcer el espaciotiempo en forma de embudo. Si el artefacto funciona, se podrá viajar al pasado desde el momento presente en el que se utilice la máquina hasta el momento del pasado en el que se puso en funcionamiento. Esto significa que en algún momento del futuro se podrá viajar hasta el año en el que Mallet encendió la máquina. ¿Pero qué hay de viajar al pasado anterior a la época de construcción de la máquina? Sobre eso nada se sabe con exactitud. Existe una gran cantidad de problemas ó paradojas que tendrían que resolverse de antemano: por ejemplo la paradoja de los abuelos. Ésta consiste en viajar a una época para evitar que nuestros abuelos se conozcan. Así ni nuestros padres ni nosotros existiríamos. Sin embargo, existimos, por eso viajamos. Los físicos teóricos resuelven esto con modelos de Universos Paralelos: existirían muchos Universos como el nuestro con muchos de nosotros también, pero ésa es otra historia. Mientras tanto, viajemos a través del tiempo con un medio económico y lleno de alternativas todas posibles y a voluntad: el de la imaginación.

Bienvenidos al 32º programa de EL TERCER PLANETA y gracias por estar.

LA PELICULA

"LA MÁQUINA DEL TIEMPO" un film de George pal con Rod Taylor, Alan Young y elenco, USA, 1960.

Corre el mes de diciembre de 1899 y George, un caballero inglés, inventa una máquina capaz de viajar a través del tiempo. Así llega al futuro lejano donde una raza del humanos viven libremente en un mundo paradisíaco. Pero el protagonista pronto descubre una horrible realidad.
Una película del mejor género de la Ciencia Ficción de los años 60, basada en la inmortal obra de uno de los más grandes escritores del Siglo XX: H.G. Wellss. El film trae a la pantalla el desafiante proyecto de varios científicos de la actualidad: la construcción de una verdadera nave que pueda moverse en el espaciotiempo hacia el pasado y al futuro.



RELATOS CON VALOR AGREGADO
"Salir de la cuna"
Sobre texto de: Marcelo Dos Santos
Adaptacion: Sergio O Rubinetti

Fue el físico ruso Konstantín Eduárdovich Tsiolkovski quien lo expresó de la forma más clara posible. El padre de la astronáutica escribió: "Si bien es cierto que la Tierra es la cuna del Hombre, no lo es menos que nadie se pasa toda la vida en su cuna". Y es verdad. La Tierra y su civilización serán destruidas tarde o temprano, tal vez por fenómenos naturales, acaso por nuestra propia estupidez. Si dejamos este último factor a un lado, tenemos todavía una amplia posibilidad de cataclismos que nos amenazan y que un día se abatirán de nuevo sobre nosotros: volcanes, colisiones de asteroides, supervolcanes, superasteroides, choques con cometas etc. De modo que la pregunta no es si estos horribles eventos ocurrirán, sino solamente cuándo. Así, las cosas, el Hombre siempre tuvo la esperanza de encontrar un lugar adonde ir, un sitio en el cual refugiarse cuando la falta de recursos, la superpoblación, la contaminación o el mismísimo envejecimiento de nuestro Sol nos amenacen. La búsqueda de planetas extrasolares comenzó a principios del siglo XX, y no se ha detenido nunca. Las condiciones necesarias para que un planeta sea "potable" son, primero, que se trate de un cuerpo sólido y que se encuentre en lo que se denomina "zona habitable" de su sistema estelar. Esto último significa que no debe estar demasiado cerca de la estrella como para quemarse ni tan lejos como para convertirse en una masa congelada. En pocas palabras, el rango de temperaturas debe permitir la existencia de agua en estado líquido. Las investigaciones se han basado, históricamente, en el estudio de las perturbaciones orbitales de las estrellas, anomalías que solo podrían explicarse si un planeta está tironeando gravitacionalmente de la misma. Los científicos buscaron técnicas complementarias a la observación de perturbaciones gravitatorias; no para reemplazarla sino para verificar y contraprobar los resultados por otras vías. Así, surgió como alternativa obvia la observación de los tránsitos. Un tránstito planetario es el pasaje de un planeta (por ejemplo Mercurio) por delante del Sol, lo que bloquea un cierto porcentaje de la luz del astro y permite que el planeta sea claramente visible sobre su superficie bajo la forma de un disco oscuro. Este efecto fue estudiado y utilizado por primera vez por Sir Edmund Halley, quien comprendió que el estudio de los pasajes de Mercurio y Venus por delante del Sol podían, además, ayudarlo a calcular el tamaño del Sistema Solar, tarea que acometió y en la que alcanzó el éxito. Desde diciembre de 2006, la misión Corot de la Agencia Espacial Europea está monitoreando minuciosamente el brillo aparente de cerca de 12.000 estrellas, buscando disminuciones o temblores lumínicos que prueben tránsitos de planetas extrasolares por delante de sus respectivos astros.
Pero los científicos deseaban profundizar en esta técnica, ya que Corot solo es capaz de detectar planetas de enormes tamaños, verdaderos gigantes gaseosos que muy difícilmente podrían albergar vida como lo conocemos. Era necesario planear una misión que pudiera descubrir planetas de tipo terrestre y tamaños adecuados a nuestras necesidades. Los exoplanetas conocidos hasta el día de hoy pertenecen a tres grandes categorías: gigantes gaseosos, gigantes helados y "supertierras calientes". Hay algunos, muy pocos y muy dispersos, ligeramente mayores que la Tierra, pero o bien orbitan alrededor de púlsares o no se encuentran en la zona habitable de su sistema. Así las cosas, la NASA decidió preparar una misión cuyo único objetivo fuese buscar exoplanetas habitables para nosotros. En homenaje al padre de la mecánica celeste, Johannes Kepler, el proyecto fue denominado Misión Kepler. El 6 de marzo de 2009, un cohete Delta II despegó desde la Base de la Fuerza Aérea norteamericana de Cabo Cañaveral, Florida, llevando en su morro la carga útil de la Misión Kepler. La idea es simple, como al pasar el planeta la estrella de disminuye su flujo luminoso, lo que se necesita no es un telescopio, sino un fotómetro. Exactamente eso es la Kepler: un fotómetro ultrasensible desarrollado por la NASA, que, durante los próximos 3 o 4 años, estudiará detalladamente la luminosidad de más de 100.000 estrellas para intentar detectar caídas que pudiesen denunciarnos la existencia de un tránsito por su frente. Si bien el objetivo primordial de Kepler es determinar cuántos y cuáles planetas terrestres se hallan en las zonas habitables de esas 100.000 estrellas, tiene, además, algunos otros objetivos secundarios: ver qué tamaño tienen los mismos, qué formas tienen sus órbitas (una órbita demasiado irregular no sería compatible con la vida), averiguar alrededor de qué tipos de estrellas giran (muchas clases espectrales no serían habitables), cuántos de ellos orbitan alrededor de sistemas estelares múltiples (porque tendrían órbitas muy excéntricas) y descubrir compañeros desconocidos de planetas extrasolares ya catalogados. La nave pesa algo más de una tonelada y tiene un espejo de 1,40 metros con una apertura de 95 centímetros. No se planea obtener fotografías claras, sino datos fotométricos muy estrictos. El fotómetro tiene 42 sensores CCD de 1024 por 2200 píxeles de resolución. Cada píxel mide 27 micrones. Como la norma en nuestra galaxia parecen ser los gigantes gaseosos, y un pequeño planeta rocoso como la Tierra interrumpiría la emisión de luz de la estrella en cantidades entre 30 y 600 veces menores que aquellos, Kepler está preparado para detectar caídas de brillo de la luz estelar de apenas el 0,01%, tal como la haría la Tierra vista desde la misma distancia. Del porcentaje de disminución se obtiene la masa del planeta, y de la frecuencia con que transita frente a su sol se puede saber el tamaño de su órbita y por consiguiente qué temperatura tendrá en su superficie. Para poder estar seguros de que allí existe un planeta, Kepler deberá medir al menos tres tránsitos sucesivos. Sabiendo que abundan los planetas gigantes, los científicos estiman que Kepler descubrirá un gran número de ellos en sus primeros meses de observación, pero que para encontrar pequeños planetas terrestres, mucho menos conspicuos, habrá que esperar bastante más. Es por ello que se planea seguir en la brecha por casi 4 años. Las posibilidades de encontrar este tipo de planetas en la zona habitable son escasas: un planeta del tamaño de la Tierra a una distancia de su estrella similar a aquella en que se encuentra la Tierra tiene apenas 0,465% de probabilidades de existir. Solo 1 de cada 215 planetas de la Vía Láctea es como la Tierra y se encuentra a la distancia correcta de su sol. Es un poco (pero no mucho) más probable encontrar un planeta como Venus a la distancia de Venus. Si la estrella fuera una de tipo G como el Sol, esos planetas serán incuestionablemente de tipo terrestre, no gigantes gaseosos. Pero las posibilidades aumentan notablemente si en el sistema hay más de un planeta: si existiera una sonda Kepler diseñada por extraterrestres y observaran el Sistema Solar desde la misma distancia que Kepler lo hace con sus objetivos, tendría una probabilidad de observar el tránsito de Venus frente al Sol del 12%. No es poco. A pesar de las limitaciones del método, Kepler descubrirá muchos más planetas extrasolares que Hubble, por la sencilla razón de que aquel es un telescopio y este es un fotómetro. El campo de visión de Kepler es mucho más grande que el de Hubble (105 grados cuadrados) y solo se dedicará a buscar tránsitos. Observará siempre al mismo campo de estrellas, mientras que Hubble rara vez echa una segunda mirada a
La órbita de Kepler es muy especial: a diferencia del Hubble, no se encuentra en órbita de la Tierra, sino que sigue a la Tierra en su órbita alrededor del Sol. Esto obedece a que si orbitara nuestro planeta, muchas veces la Tierra le obstruiría su visión del cielo y las observaciones no serían continuas. Además, de esta forma, la luz reflejada por la Tierra no obstaculiza su estimación de la luz estelar. Todo correcto, pero ¿qué es lo que observa Kepler? Pues las constelaciones de la Lira y del Cisne, que se encuentran muy por encima del plano de la eclíptica, de modo que tampoco el Sol se interpone entre ellas y nuestro amigo. Por lo mismo, ningún objeto del Cinturón de Kuiper o del Cinturón de asteorides (que orbitan en la eclíptica) va a taponar en ningún momento la mirada del fotómetro. Como la Tierra se encuentra a cierta distancia del centro de la galaxia, y orbitando en cierto ángulo con respecto al plano galáctico, se eligieron Cisne y Lira porque guardan proporciones similares. Si de algún modo estas características inciden en las posibilidades de que una estrella tenga planetas terrestres y estos generen vida e inteligencia, entonces Kepler está mirando al lugar más parecido al que ocupa la Tierra, y por lo tanto, al más probable. Allí vuela, siguiendo a la Tierra como un cachorro a su madre, intentando ayudarnos a descubrir hacia dónde dirigirnos el dia que debamos abandonar nuestra cuna.


OBSERVAR EL CIELO A TRAVES DE LA RADIO

Lluvia de meteoros Orionidas



La lluvia de meteoros "Oriónidas" es producida por los restos que deja el cometa Halley en cada paso por su perihelio, nuestro planeta atraviesa dicha orbita durante el mes de octubre de cada año llevándose por delante a estos escombros los cuales ingresan siempre por la misma zona llamada Radiante. Las diferentes lluvias que se suceden a lo largo del año toman el nombre de la constelación mas próxima al punto de ingreso, en este caso las Oriónidas tienen su radiante muy cerca de la constelación de Orión y próximo a la estrella Betelgeuse lo que facilita su ubicación en el cielo por tratarse esta de una gigante roja que se encuentra a aproximadamente 500 años luz de distancia y es una firma candidata a terminar su vida en una explosión de supernova.
La lluvia será observable hasta el 02/11/10 teniendo su máximo el 21,22 10/10.
Desde el Tercer Planeta convocamos a todos los oyentes y observadores a dar seguimiento y enviarnos sus comentarios sobre la cantidad, color y luminosidad de los bólidos, es un bonito espectáculo y no requiere de instrumentos, solo algo de paciencia.

Buenos cielos......

EL LIBRO

"EL UNIVERSO DESBOCADO" de Paul Davies, Biblioteca Científica Salvat, 205 págs.


Una obra clásica sobre la historia de nuestro Universo. Desde el Big-Bang hasta la época actual, el Profesor Davies nos lleva por los caminos culturales y tecnológicos que nos entregaron un panorama mas ó menos completo del Cosmos. El Universo Desbocado se refiere precisamente a la incréible expansión que sufre el Universo y que nos llevará, si no se encuentra un modelo alternativo viable, a la inexorable muerte de la organización de todos los sistemas físicos, incluído el protón, por toda la eternidad. Una obra de cosmología con grandes repasos históricos que resulta imprescindible tanto para el lector curioso como para el avanzado.

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