domingo, 12 de septiembre de 2010

PROGRAMA Nº26 11/09/10

APERTURA

UNA BOTELLA ARROJADA AL MAR

Por Julio Guerrieri

¿Quién no pensó alguna vez en dejar un mensaje para el futuro? Sin querer encontramos a veces en un viejo cajón alguna carta de la abuela ó de la tía que escribieron en sus años de juventud. Quizá ellas ahora ya no estén. Pero cuando las leemos es como si volvieran a revivir. Es como si viajaran a través del tiempo hasta nosotros aquí y ahora. Nos esteramos de sus deseos y de sus sueños.

De niños a veces hemos dejado mensajes para otros niños del futuro en alguna botella de vidrio enterrada en las arenas de la playa sin saber con certeza si algún día alguien la encontrará.

La idea de dejar mensajes para el futuro no es nueva. Existe un registro de unas 10.000 cápsulas del tiempo en todo el mundo; Estados Unidos, Francia, Rusia, Inglaterra, Alemania y otros varios países, Posiblemente existan muchas más. ¿Quién no hizo SU propia cápsula y la enterró en el fondo de su casa? Pero claro, no se puede colocar allí cualquier cosa. Lo que pongamos deberán ser elementos que no se descompongan con el transcurso de los siglos. Quedan excluidos elementos perecederos como alimentos ó animales y plantas. Además está el tema de las bacterias. El recipiente interno debe estar muy bien esterilizado para que no se hagan un banquete con cualquier papel que coloquemos dentro. Lo ideal son elementos con soporte magnético de lectura electrónica; son reducidos, livianos y pueden albergar una gran cantidad de información. Claro, suponiendo que en el futuro puedan ser leídos con la misma tecnología que disponemos en la actualidad. Los jeroglíficos egipcios no podrían ser leídos sin la existencia de la piedra roseta que disponía Champollion.

Pero, ¿que nos lleva a momificar nuestros recuerdos para que otras generaciones los contemplen en el futuro? Los motivos pueden ser muchos: transmisión de información a historiadores, arqueólogos y científicos ó incluso dejar un saludo a civilizaciones que no sean humanas. Por un motivo ú otro, al fin y al cabo dejamos mensajes en el tiempo para poder viajar a través de él al menos con nuestros deseos . . . aunque nosotros ya no estemos.

Bienvenidos al 26º Programa de “EL TERCER PLANETA” Primer Programa de Astronomía y Divulgación Científica de la Radiofonía Argentina. Y gracias por estar.


LA PELICULA

"El Juicio del Mono" de Richard Brooks, con Spencer Tracy, Frederich March, Claude Akins y elenco. Metro, USA, 1960.

LLevada al cine basada en la obra teatral homónima, narra la historia del profesor de ciencias John Scopes quien en 1925 en el estado de Tennesse enseñó la Teoría Evolucionista de Darwin a sus alumnos. Por Tal motivo fue encarcelado y llevado a juicio. Esta película es el proceso a Scopes conocido como el Juicio del Mono en todo el mundo. El libro es imperdible a través de los diálogos y argumentos entre el fiscal, el reverendo William Bryan, (Frederich March) y el abogado defensor Clarence Darrow, (Spencer Tracy).
Un claro ejmplo de la diaria batalla entre fe y razón. Una película para pensar.


Clarence Darrow y William Jennings Bryan
frente a frente durante el juicio.



RELATOS CON VALOR AGREGADO:
Pionner 10 y 11
Sobre texto de : Marcelo Dos Santos
Arreglos y adaptación: Sergio O Rubinetti

Entre 1972 y 1973 se prepararon dos misiones más de la serie, que, bajo los nombres de Pioneer 10 y Pioneer 11 e impulsadas por vehículos Atlas-Centauro SLV-3, iban a convertirse en los artefactos humanos más viajeros de la historia.
Ambas Pioneer fueron diseñadas como sondas planetarias de espacio profundo, y su misión consistía en echar una mirada cercana a los gigantes gaseosos del Sistema Solar: Júpiter y Saturno. Luego, arrojadas por el efecto gravitacional de ambos planetas, abandonarían para siempre nuestro sistema, perdiéndose en las profundidades del espacio interestelar.

Aplicando una vez más el diseño de torta, las Pioneer 10 y 11 pesaban 258 kg y se estabilizaban mediante el giro de la torta a 5 revoluciones por minuto. Estaban construidas en aluminio y epoxy para ahorrar peso, y se impulsaban mediante cohetes propulsados a hidrazina (un poderoso reductor que reacciona violentamente con los agentes oxidantes).
La computadora de a bordo de cada nave tenía una capacidad de almacenamiento de 49 kilobits (infinitesimalmente pequeña según los estándares actuales, que se miden en cientos de gigabytes), pero adecuada para manejar la gran antena parabólica de alta ganancia y las dos de media y baja ganancia, que operaban con transferencias de datos de 2048 baudios por segundo al inicio de la misión y decayeron a 16 bps hacia el final, a medida que los generadores se iban quedando sin energía. Ambas sondas llevaban, además, un magnetómetro ubicado en un brazo plegable de 6,6 metros de longitud, destinado a alejar el instrumento de las piezas metálicas de la nave para minimizar las lecturas erróneas.
La navegación de las Pioneer se basaba en los famosos "sensores de Canopus" desarrollados por la NASA. El sensor de Canopus trataba de individualizar a la estrella de ese nombre (lo suficientemente lejana como para ser relativamente fija con respecto al Sistema Solar) y, complementándose con dos sensores que tenían la mirada fija en el Sol, ubicaban con precisión la posición de la sonda en el espacio. Como era tradicional en la experiencia de la NASA, el sensor de Canopus de la Pioneer 10 falló poco después de alcanzar la órbita de Júpiter y debió ser desactivado. De allí en más, la sonda navegó perfectamente utilizando solo los dos sensores del Sol.
La Pioneer 10 llevaba a bordo un total de 11 instrumentos y la Pionner 11, 12 y poderosas cámaras fotográficas para tomar imágenes de Júpiter y sus satélites.
Ambas sondas transportan unas placas metálicas con unos dibujos que muestran un hombre y una mujer, un esquema del Sistema Solar indicando de cuál de los planetas proviene la sonda, y su localización en la galaxia.
Las placas están adheridas al soporte de la antena parabólica, en una posición que en teoría debería protegerla de la erosión del polvo estelar y los micrometeoritos.
Fueron diseñadas por el doctor Carl Sagan y dibujadas por su esposa Linda Sagan.

Consisten en una plancha de aluminio anodizado al oro, que supuestamente debe soportar incólume miles y miles de años de viaje.

Posee dos marcas sobre la parte izquierda que establecen la estatura de la figura femenina. Entre las marcas se encuentra el número binario "8", que se multiplicará por las unidades de medida usadas en todos los esquemas de la placa. La mano del hombre está alzada en gesto de saludo, por tres motivos: primero, como intención de paz y buena voluntad. Segundo, para mostrar al espectador que los miembros humanos son móviles, y tercero, para indicar la oponibilidad del pulgar a algún anatomista extraterrestre. El esquema situado en la parte superior izquierda de la placa, representa una inversión en la dirección del spin del electrón de un átomo de hidrogeno (el elemento mas abundante en el universo). Esta transición provoca una onda de radio de 21 centímetros con la que indicamos una longitud base.
De modo que la unidad de distancia utilizada por la placa es de exactamente 21 cm (longitud de onda del hidrógeno) y la de tiempo es la frecuencia de oscilación (1420 MHz).
De este modo se explica la presencia del número 8 entre la cabeza y los pies de la mujer: 8 x 21 = 1,68 metros, la estatura promedio de las mujeres.
Detrás de las figuras humanas, esta la parábola de las naves, para reforzar el concepto de escala. Las líneas radiales son 15 y todas emanan de un mismo punto. La líneas incluyen largos números binarios, que representan los períodos de pulsación de 14 púlsares visibles desde la Tierra, calculados en el momento del despegue. Como la frecuencia de un púlsar varía con el tiempo, el supuesto "redescubridor" de las naves puede mirar las frecuencias de los púlsares en su época y, a partir de ese valor, compararlo con el de la placa, deduciendo así cuánto tiempo ha pasado desde que la nave despegó. La longitud de las líneas indica la distancia de cada púlsar al Sol, y la marca final de cada una muestra la coordenada Z de la posición del púlsar, perpendicular respecto del plano galáctico. Si algún día alguien encuentra a la Pioneer muy lejos de aquí, seguramente sólo algunos de esos púlsares serán visibles desde su posición. Ese es el motivo de haber incluido catorce: aún con unos pocos a la vista, el científico extraterrestre podrá, mediante una simple triangulación, calcular la posición correcta del Sistema Solar. La decimoquinta línea, en forma horizontal, se extiende hacia la derecha pasando por detrás del hombre y la mujer. Expresa la distancia desde el Sol hasta el centro de la Vía Láctea, un dato adicional para calcular la posición del Sol. Sobre la parte inferior y comenzando por la izquierda, se muestra un diagrama esquemático del Sistema Solar. Se ve a la Pioneer saliendo del tercer planeta bajo el plano de la eclíptica, cruzando luego junto a Júpiter para virar y obtener el impulso que la acerca a Saturno y luego la expulsa del Sistema Solar. Los anillos de Saturno, claramente representados, dan una pista adicional para que se pueda identificar el sistema de origen del aparato. Bajo cada planeta se ve, en números binarios, su distancia relativa al Sol, expresada en décimos de las distancia entre Mercurio y el Sol.

La Pioneer 10 fue lanzada por un SLV-3C el 3 de marzo de 1972 desde Cabo Cañaveral; su órbita de encuentro con Júpiter la condujo en una larga parábola —que recorrió en exactamente un año y nueve meses— hasta pasar junto al rey de los planetas el 3 de diciembre de 1973. Logró acercarse hasta 200.000 kilómetros de Júpiter (algo más de 2,8 radios jovianos). El 1° de enero de 1997, la P10 estaba ya a 67 UA de nosotros, casi en el plano de la eclíptica, y alejándose del Sol a una velocidad de 2,6 UA por año en dirección al espacio interestelar.
La Pioneer 11 iba a bordo de un SLV-3D que fue disparado desde la misma base el 6 de abril de 1973. Con una masa de 259 kilos, la sonda sobrevoló Júpiter un año más tarde que su compañera, después de haber viajado un año y ocho meses. Cuatro años y nueve meses más adelante, se encontró con Saturno, tomando las primeras imágenes "en vivo y en directo" de su espléndido y magnífico sistema de anillos. Al igual que la Pioneer 10, Pioneer 11 utilizó el "efecto honda" de la gravedad joviana para girar alrededor del planeta en un ángulo de casi 90 grados, alcanzando de este modo una trayectoria de escape del Sistema Solar.

Continuara el proximo programa

OBSERVAR EL CIELO A TRAVES DE LA RADIO:

Las lunas galileanas de Jupiter

Jupiter esta en nuestro zenit, para la posicion del area de cobertura de la radio, hacia la media noche, es una buena oportunidad de aprovechar el fondo casi negro del cielo en esa posición, sobre todo en ciudad, para poder visualizar las cuatro lunas galileanas, con pequeños telescopios.

Buenos cielos


EL LIBRO
"La nube de la Vida" Fred Hoyle y Chandra Wikramasinghe, Ed. Grijalbo, 214 págs.


Hoyle, uno de los padres de la Astronomía del SXX y creador de la teoría del "Estado Estacionario del Universo", se sumerge en lo profundo del espacio para estudiar las Nubes Moleculares Gigantes por medio de la Radioastronomía. Con ello consigue la construcción de varios modelos bióticos para analizar la posibilidad de que la vida haya llegado desde el espacio exterior en épocas de la Tierra primigenia.
Junto a su discípulo, el Dr. indio C. Wikramasinghe, quien en la actualidad continúa con su trabajo de investigación, se aventuran en una fascinante teoría exobiológica: la Panspermia, esto es, la posibilidad que el espacio exterior interplanetario que rodea a todas las estrellas esté repleto de bacterias, virus y moléculas orgánicas que transportados por asteroides y cometas caigan en planetas fértiles como la Tierra. Una obra incréible para mentes abiertas.

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